La historia del ‘hanami’, la contemplación de los cerezos en flor
Los japoneses están muy orgullosos de tener cuatro estaciones bien diferenciadas y, aunque el otoño, el invierno y el verano tienen su belleza singular, si hay una imagen que representa a Japón, esa es, sin duda, la del manto rosa que cubre sus parques y montañas cada primavera.
Los cerezos, o sakura 桜 en japonés, son los responsables de que cada año, durante un período muy corto de tiempo, Japón se tiña de ese rosa tan característico.
Y los japoneses, como buenos amantes de la belleza, celebran cada temporada la llegada de estas hermosas flores en una festividad conocida como hanami 花見, que se traduce literalmente como “mirar a las flores”.
Pero, ¿por qué y cómo empezó esta tradición tan particular? La importancia de los sakura se remonta a siglos atrás, cuando la floración de estos árboles marcaba el inicio de la primavera y, por lo tanto, avisaba del momento idóneo para plantar el arroz, alimento crucial para los primeros habitantes de este país.
Durante este período, los cerezos eran vistos como seres sagrados y se creía que las almas de los dioses de la montaña anidaban dentro de ellos.
Por ello, los agricultores veneraban a estos árboles y creían que, cuando las flores rosadas del sakura estaban en su máxima floración, era cuando los dioses bajaban a las villas y se convertían en arrozales para ayudar a la producción del arroz. La historia del hanami nació, por lo tanto, de una tradición religiosa.
Sin embargo, no sería hasta el Período Nara (710-784) cuando esta costumbre comenzó a transformarse en la festividad sin connotaciones religiosas que es en la actualidad.
Aunque a muchos japoneses les costaría admitirlo hoy en día, se cree que la tradición proviene de China, concretamente de la costumbre de la dinastía Tang de contemplar las flores del ciruelo. Por ello, en un principio el hanami era particularmente famoso entre las clases más altas de la sociedad, al relacionarse con los emperadores.
Durante la Era Heian (794-1192), la flor del sakura se convirtió en un símbolo único del país nipón y el hanami se acabó relacionando con la observación de las flores del cerezo exclusivamente, debido a los intentos de Japón por diferenciarse del resto de Asia y gracias a las menciones al árbol del sakura en uno de los mayores clásicos de la literatura japonesa, Genji Monogatari, y en los poemas haiku y waka, muy leídos en esta época.
Lo que los japoneses particularmente adoraban de ella era su belleza y lo tremendamente efímero de su existencia (tan solo un par de semanas al año). Así, esta flor rosada de pétalos delicados se iba abriendo camino entre todas las clases sociales como símbolo único de Japón.
Con la llegada de la clase samurái, la vida tan corta de las flores del sakuraganó todavía más notoriedad, relacionándose íntimamente con el bushido, o el camino del samurái, que, entre otras cosas, habla del sepukku o harakiri como la muerte más noble de un guerrero: morir con dignidad, cometiendo suicidio, cuando la vida todavía está en todo su esplendor.
Así hacen los cerezos, permitiendo que sus flores caigan en una suerte de delicada lluvia de pétalos, sin dejar que se pudran enganchadas a sus ramas.
La leyenda incluso dice que las flores del sakura eran blancas al principio, pero se tiñeron de rosa al mezclarse con la sangre de todos los samurais que cometieron seppuku al lado de estos árboles, como un intento de ver la belleza una última vez antes de morir.
Durante el Período Azuchi-Momoyama (1568-1600), la costumbre de celebrar la floración del sakura bajo los propios árboles ganó fama debido a las fiestas del emperador Toyotomi Hideyoshi.
Aunque al principio seguía siendo una festividad reservada casi exclusivamente a la aristocracia, poco a poco fue extendiéndose a todos los estratos de la sociedad, aunque las clases más bajas tendían a ir a las montañas para contemplar los cerezos.
Con la llegada del Período Edo (1600-1867), las clases más bajas ya participaban en las fiestas urbanas del hanami, gracias a que los emperadores empezaron a plantar cerezos en los diferentes parques de las ciudades más grandes de Japón, como en Tokio, en el parque Ueno; o en Kioto, a orillas del río Kamo, para incentivar la costumbre entre las clases más populares.
Este intento por parte del imperio nipón de convertir el hanami en una tradición anual dio sus frutos.
En la actualidad, cada nueva temporada de floración, miles de japoneses se reúnen bajo los cerezos, en parques, jardines o montañas y disfrutan de un pícnic rodeados de sakura, mientras una lluvia de flores delicadas va tiñéndolo todo de color rosa.
Ahora, con la posibilidad de llevar comida y alcohol a estas celebraciones, el hanami se ha convertido en una auténtica fiesta que puede durar hasta entrada la noche (cuando el sol se va, la contemplación de los cerezos en flor pasa a llamarse yozakura 夜桜, una combinación del kanji de sakura y del de noche).
Algunos dicen que el hanami está perdiendo su antigua esencia de contemplación y respeto de las flores debido a ese aire más festivo que lo rodea en la actualidad, sin embargo, no hay duda de que disfrutar de esta costumbre japonesa sigue siendo una experiencia única y espectacular que todos deberían vivir una vez en la vida.
Al fin y al cabo, junto con el monte Fuji, los árboles del sakura siguen siendo uno de los símbolos de Japón más internacionales.
Así que ya sabes, coge tu cesta, prepara unos bocadillos, compra tu bebida favorita y reserva un lugar bajo uno de estos árboles espectaculares.
Prometemos que no te vas a arrepentir y que la belleza de los cerezos en flor te va a sobrecoger tanto como te imaginas.
Y recuerda, los sakura son árboles casi sagrados en Japón, así que trátalos como dioses durmientes cubiertos de un manto rosa.
Desde Okinawa hasta Hokkaido, pasando por Himeji, el Paseo del Filósofo de Kioto o el monte Yoshino de Nara, estos son nuestros lugares imprescindibles.
Publicado originalmente en Traveler
Fecha de publicación: 14-03-018